La
terapia breve estratégica es un modelo terapéutico desarrollado por
Giorgio Nardone y Paul Watzlawick en la Escuela de Palo Alto en
California y en el Centro de Terapia Estratégica de Arezzo en
Italia. Este modelo estratégico se ha hecho muy conocido por ser
capaz de solucionar trastornos fóbico-obsesivos, trastornos
alimentarios y conflictos familiares y educativos en muy corto
tiempo.
En la
presentación del libro “Diálogo estratégico” de Giorgio
Nardone y Alessandro Salvini (Ed. Herder), podemos leer este texto
luminoso:
§
1. Sobre la terapia estratégica
La
terapia estratégica, obra principal de la llamada “Escuela de
Arezzo”, vertebrada en torno a Giorgio Nardone, más que basarse en
una teoría de la naturaleza humana para analizar el
comportamiento, se ocupa del modo en el que el ser humano percibe y
gestiona (construye) la realidad propia a través de la comunicación
que cada cual establece consigo mismo, con los otros y con el mundo.
Cada
cual, pues, construye su mundo desde un punto de vista particular.
Estas ideas recuerdan de cerca el denominado “perspectivismo”,
que hunde sus raíces en Nietzsche y que cuenta con Ortega y Gasset
como uno de sus más eximios representantes. En distintos lugares,
Nardone subraya esas dependencias teóricas respecto de Ortega.
Recuérdese que para este filósofo español “yo soy yo y mis
circunstancias”, entendiendo por circunstancias el entorno (el
medio o mundo) que cada cual se construye desde su propia
perspectiva. Esa construcción, se dirá desde la terapia
estratégica, es clave, y se realiza, como ya he dicho, desde la
comunicación que cada cual establece consigo mismo y con los demás.
En
esa comunicación surgen problemas y, para afrontarlos, los afectados
ensayan soluciones. A esos ensayos Nardone los denomina “intentos
de solución”. Algunos de estos
intentos de solución
complican más las cosas en lugar de resolverlas y, en vez de
cambiar de práctica y ensayar otras soluciones, lo habitual es que
las personas afectadas aumenten la
dosis del intento de solución que han
llevado a la práctica. Así hasta que estas soluciones intentadas se
vuelven rígidas y disfuncionales. En esas circunstancias el
problema se mantiene y crece por los intentos que se hacen de
solucionarlo. Es el paciente el que,
en definitiva, está construyendo el problema que le afecta.
Los
rasgos típicos de cualquier fobia son:
1.
Evitación de situaciones a las que la persona tiene miedo.
2.
Solicitud de ayuda a alguien cercano para actuar en su lugar.
3.
Intento de control de la respuesta de ansiedad, que paradójicamente
hace perder el control.
4.
Intentos de solución que agravan el problema.
Estos
rasgos recuerdan al comportamiento de muchas personas tartamudas:
1. La
persona evita enfrentarse a situaciones de habla que le dan miedo.
2. Si
la situación de habla es inevitable, busca ayuda en alguien que esté
disponible para que hable en su lugar.
3.
Intenta controlar la respuesta de ansiedad por medio de las técnicas
o trucos que tiene más a mano. El resultado es que la ansiedad
aumenta y la persona pierde el control de la situación
4. Y si
no tiene otra salida que hablar, mantiene el intento de solución que
lleva ensayando desde la infancia: la lucha por hablar, el forcejeo,
inútil intento de solución para hablar fluidamente.
Ahí va
lo que yo creo:
La
tartamudez es una fobia social. ¿Por qué hay veces que soy
espontáneo al hablar y hay veces que me cuesta horrores? Cuando soy
espontáneo al hablar y las palabras me salen fluidas, no me acuerdo
de la tartamudez: soy yo mismo, expresando mi alegría y mi
autenticidad. Cuando me bloqueo y me cuesta hablar, mi mente es una
mente tartamuda. ¿Por qué unas veces tartamudeo y otras no? ¿Cómo
es que una gran mayoría de las personas tartamudas pueden hablar
fluidamente cuando están solas y no hay nadie a la vista? Si la
tartamudez fuera genética o hubiera un fallo en el cerebro,
tartamudearíamos siempre.
La
mirada estratégica de Nardone me sugiere esta explicación aplicada
a la tartamudez:
Si
durante la infancia, el intento de solución inicial apareció en
pequeñas dosis, al ver que no era suficiente, la dosis de forcejeo
y lucha por hablar aumentó. Igual que para derribar un muro a
cabezazos, si un pequeño cabezazo no sirve, dar otro más fuerte, y
si no este no es suficiente, dar otro todavía más fuerte. Hasta que
llega un momento en que el forcejeo es tan evidente y tan vergonzoso
para el niño, que surge la impotencia, la frustración y la culpa
por ser tartamudo. La persona se “rompe” por dentro de la misma
manera que se rompería la cabeza contra el muro.
A esto
se añade la renuncia de la persona tartamuda a ejercer su propio
poder personal. Es el “no puedo”, el “no valgo” y la
entrega del poder al “otro”, sean los padres o la dependienta del
pan, por poner un ejemplo cotidiano. La persona tartamuda que ha
renunciado a su poder personal creerá que el “otro” tiene el
poder de validar su valía como persona. Así, una sonrisa de
aprobación del “otro” le causará felicidad y bienestar,
temporal, claro está. Al día siguiente, una mirada de
desaprobación, de burla o de ignorar a la persona tartamuda, le
provocará una bajada del ánimo que podrá durar días, semanas o
meses.
El
campo de visión del mundo de un niño o una niña no es el mismo
campo de visión que tiene un adulto. Ante un problema de
comunicación, por ejemplo, no atreverse a hablar delante de una
figura autoritaria (los padres, maestros) por miedo, es decir, miedo
al “otro”, se produce un bloqueo en la comunicación, y el niño
o la niña (depende de su personalidad, genética, entorno,
circunstancias, etc.) ensaya un intento de solución: la lucha o el
forcejeo para que las palabras salgan. Como las palabras salen con
dificultad, lo más fácil es aumentar la dosis del intento de
solución. Es decir, si un poquito de dosis no resuelve el problema,
probar con más dosis, y si esa dosis no es suficiente, probar con
una dosis mayor. Así, el forcejeo aumenta, la tartamudez se agrava y
la fluidez nunca llega. El niño o la niña no es capaz de poner en
práctica otra estrategia. Es como intentar derribar el muro a
cabezazos.
El mapa
mental que el niño o la niña ha creado, es decir, su visión del
mundo, sus creencias y sus respuestas ante los estímulos que se le
presentan, su “yo y mis circunstancias”, se mantiene ahí como
visión del mundo por años y años, visión enquistada y
petrificada. En lenguaje PNL, se dice que la persona ha sido
programada para que funcione con el “piloto automático”. Así,
la persona reacciona a las situaciones de habla y de su vida en
general, tal como fue programado, es decir, tal como aprendió
durante la infancia. La tartamudez sería como un mecanismo de
defensa de la persona ante el mundo. Pero un mecanismo de defensa que
ha resultado inútil, porque ni siquiera ha resuelto el problema de
comunicación inicial, al contrario, encima lo ha agravado y ha
metido a la persona tartamuda en una jaula.
Visto
esto, lo que sugiere el modelo estratégico es que hay un camino
posible de cambio de visión del mundo, un cambio de programación,
un cambio de mentalidad: pasar de la mentalidad tartamuda (con
bloqueos internos que se traducen en bloqueos
externos) a la mentalidad fluida (sin bloqueos
internos), que se traduciría no necesariamente en conseguir la
fluidez total, sino por lo menos en recuperar el poder personal, en
dejar de evitar las situaciones de habla y en dejar de intentar
controlar el habla, que en sí es un acto espontáneo. Es otra manera
de explicar la propuesta de John Harrison a partir del hexágono de
la tartamudez, en la que decía que para disolver la tartamudez, la
persona ha de cambiar por completo su manera de relacionarse con el
mundo.
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