te
pones rojo, bajas la mirada, notas como tu cara se calienta, sudas,
tiemblas, balbuceas, sientes angustia y un gran malestar en la
garganta, la mente se queda en blanco, te olvidas de lo que tenías
que decir, no te puedes concentrar, tienes miedo, te duele el
vientre, tu corazón late más frenéticamente a medida que tu turno
de palabra se acerca más y más, te mareas, no has podido dormir
bien las últimas noches, sientes vergüenza, sientes que estás
haciendo el ridículo más espantoso, que te quieres ir,
te
dices “no puedo”, “he perdido la batalla”, “soy un inútil”,
“aquél me mira mal”, “qué pensarán de mi”, “qué mal que
lo estoy haciendo”, “nunca saldré de esta”, “no vale la
pena”, “mi opinión no es importante”, “no valgo”, “lanzo
la toalla” o “me quiero morir”…
Una
situación de habla en público es un "medidor" estupendo
de la libertad de la persona. Quien se cree libre…, que se
ponga delante de una audiencia para hablar, y observe qué le pasa.
Si le tiemblan las manos y la voz, si un nudo se retuerce en
su estómago, si se le queda la mente en blanco, si se le cruzan
pensamientos del tipo "me quiero ir de aquí", "yo no
valgo para esto", "me miran mal"..., entonces ya no es
tan libre como pensaba.
El
hablar en público con confianza y soltura es el indicador que
mejor muestra la libertad del ser humano.
¿Te
gustaría disfrutar de tus palabras? ¿Qué hay debajo de tus
máscaras? ¿Quieres probar cómo se habla sin máscaras?
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