INTRODUCCIÓN
A LA NEURO-SEMÁNTICA DE LA TARTAMUDEZ (parte 4)
Un
gran ejemplo de cómo el poder inmenso del lenguaje afecta al sistema
mente-cuerpo fue un experimento, muy criticado en su día por su
falta de ética. Fue conocido como el “Estudio Monstruo” o
“Monster Study” y fue comparado posteriormente con los
experimentos de los médicos nazis en los campos de concentración.
Pero visto desde la perspectiva del tiempo, fue muy revelador de cómo
se puede inducir la tartamudez en personas fluidas.
El
experimento lo ordenó el psicólogo y terapeuta del lenguaje Wendell
Johnson de la Universidad de Iowa en 1939 y lo llevó a la práctica
su asistente Mary Tudor. Johnson era tartamudo severo, probó todas
las técnicas disponibles hasta entonces, pero sin resultado. Su
sueño era encontrar una respuesta a la tartamudez, y con el tiempo,
sus investigaciones le llevaron a crear una teoría: la tartamudez
era una conducta inducida por el entorno familiar y social y
asimilada por el niño. Johnson era Semántico General.
La
Semántica General, creada por el ingeniero polaco Alfred Korzybski
en 1933, precedente de la Neuro-Semántica, decía que el significado
que damos a las cosas determina las reacciones nerviosas del
organismo, es decir, lo que hemos mencionado ya desde el primer
artículo: cómo nuestras creencias y pensamientos se “in-corporan”,
se hacen cuerpo, se somatizan.
Para
probar su teoría, empleó a dos grupos de niños huérfanos de un
orfanato: el primer grupo de niños era de niños tartamudos y el
segundo grupo era de niños fluidos, es decir, sin problemas del
habla. Mientras que a los niños tartamudos se les decían palabras
cariñosas, de aprecio personal y de apoyo ante sus palabras torpes
infantiles, a los niños fluidos se les decían palabras de desprecio
y crítica ante la más mínima imperfección típica del habla
infantil. El resultado fue muy revelador: los niños tartamudos
superaron su tartamudez al poco tiempo, y los niños fluidos se
convirtieron en tartamudos con graves consecuencias psicológicas.
A
los niños tartamudos, ante sus dificultades para hablar, la
asistente Mary Tudor solía decirles por medio de terapia positiva:
“Superarás
la tartamudez y serás capaz de hablar incluso mejor que las personas
que te rodean. No prestes atención a aquellos que critican tu
habilidad, sin duda no se dan cuenta que es sólo una fase”.
Al
contrario, con los niños fluidos el discurso cambiaba radicalmente.
Mary Tudor empleaba terapia negativa:
“El
equipo médico ha llegado a la conclusión de que tienes un gran
problema al hablar. Tienes muchos de los síntomas de los niños que
son tartamudos. Debes hacer algo para detenerte inmediatamente.
Utiliza tu poder. No hables a menos que puedas hacerlo bien. ¿Has
visto como habla (y mencionaba el nombre de un niño del orfanato que
mostraba evidentes problemas de tartamudez)? Sin lugar a dudas
comenzó igual que tú.”
En
el caso de la niña Mary
Korlaske, la asistente Mary Tudor le decía:
“Toma
aire antes de decir la palabra en la que piensas que vas a
tartamudear. Párate y empieza de nuevo si te bloqueas. Pon tu lengua
en el paladar. No hables a no ser que puedas hablar correctamente.
Vigila tu habla todo el tiempo. Haz lo que sea para no tartamudear”.
Como
cabe suponer, esta hiper-vigilancia sobre el habla es lo que Nardone
describe como la paradoja del “control que hace perder el
control”. Esto nos suena mucho a las personas que tartamudeamos,
cuando nuestro interlocutor, de buena fe, nos pide que nos
tranquilicemos, que respiremos antes de hablar, que nos tomemos
nuestro tiempo, etc., o cuando queremos controlar nuestra habla. Y al
querer controlar, perdemos el control y tartamudeamos todavía más.
Johnson
llamó a su teoría “Diagnogénesis de la tartamudez”, es decir,
tartamudez inducida por un diagnóstico erróneo o juicio negativo
por parte de padres, profesores, médicos y demás entorno familiar y
social ante las leves imperfecciones del habla infantil.
El
estudio de Johnson y su asistente da una idea de lo importante que es
para los padres, profesores o médicos no juzgar negativamente las
imperfecciones del habla infantil temprana. Juzgar negativamente o
criticar abiertamente al niño por su forma de hablar somete a estos
niños a una presión o vergüenza tales que les genera una gran
ansiedad ante el acto de hablar. Y no está de más recordar que el
acto de hablar es algo espontáneo del ser humano, algo natural, y
cuando la persona quiere controlar lo que es espontáneo y natural
(el habla, la respiración o el caminar, por ejemplo) o quiere
controlar una competencia inconsciente (ir en bicicleta, conducir un
automóvil, escribir en el teclado, etc.), acaba perdiendo el
control.
Aunque
según este estudio está muy claro que la tartamudez puede ser en
muchos casos inducida por el lenguaje negativo de las personas del
entorno del niño, no me encaja, de momento, en casos de personas
tartamudas que recuerdan haber tenido una infancia feliz sin traumas
ni malos tratos físicos o psicológicos, y que, sin embargo,
desarrollaron tartamudez. Otro caso diferente es el de la aparición
de la tartamudez en casos de niños o adolescentes fluidos después
de un hecho traumático. La cuestión de si la tartamudez es genética
o no lo dejo para otro artículo.
La
niña Mary Korlaske, que en el experimento de Johnson y Tudor generó
tartamudez para toda la vida, después de muchos años, ya anciana,
localizó a Mary Tudor. Después de tantos años, Mary Tudor no había
podido olvidar ni superar la culpa por lo que hizo a aquellos niños.
Mary Korlaske le escribió una carta en la que decía lo siguiente:
“You
destroyed my life”, the letter said. “I could have been a
scientist, archeaologist or even president. In stead I became a
pityful stutter. The kids made fun of me, my grades fell off, I felt
stupid. Clear into my adulthood, I still want to avoide people to
this day”.
(“Tú
destruiste mi vida» decía la carta. “Podría
haber sido científica, arqueóloga o incluso presidenta. En vez de
eso, me convertí en una tartamuda patética. Los niños se burlaban
de mí, mis notas cayeron en picado, me sentía estúpida. De lleno
en mi edad adulta, todavía hoy quiero evitar a la gente”).
Estas
líneas nos sirven para tener una idea de los efectos dramáticos del
experimento y también para mostrar el sufrimiento y la soledad de
muchas personas tartamudas a lo largo de su vida. Mary Tudor se
enfrentó a su pasado en estas líneas de Mary Korlaske.
Enlaces:
http://www-psych.stanford.edu/~bigopp/stutter2.html (artículo original sobre el estudio)
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